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domingo, 25 de abril de 2021

HACIENDA PÚBLICA

En un diálogo que sostuve una vez con un Secretario de Hacienda Municipal le hice ver la importancia de ser transparente y publicar la información financiera de los entes territoriales, pues se entiende que es información pública y que en teoría es de interés de todos, pero su respuesta fue tajante al decirme que para él esa información no era pública y que por eso él no la daba a conocer. Eso brinda el panorama real de lo que es la «administración» de la Hacienda Pública que el Banco de la República de Colombia en una de sus definiciones dice que son los «recursos disponibles por parte del Estado y las entidades públicas para el cumplimiento de sus actividades y proyectos».

El investigador Carlos Alfonso Díaz, del Grupo de Investigación en Historia Económica y Social de la Universidad Nacional de Colombia, en el documento titulado «Hacienda pública en tiempos de guerra: La Caja Real de Santafé de Bogotá durante la Reconquista, 1816-1818» presentado al Instituto Colombiano de Antropología e Historia ICANH (2012) señala que «Para John Stuart Mill[1], el estudio de las características necesarias del Estado o universalmente reconocidas puede reducirse a tres: 1. Concentración monopólica de la violencia para el mantenimiento del orden a través del ejercicio exclusivo de justicia y gobierno, 2. Establecimiento de un ejército permanente para garantizar el orden frente a la amenaza exterior y 3. Formación de un sistema fiscal para financiar todo. En este sentido, según Adam Smith[2], el grupo de gastos del Estado conformado por los gastos del Soberano o de la República, los gastos de defensa, los gastos de justicia, los gastos en construcción de infraestructura para el comercio, los gastos para educación y los gastos para sostener la dignidad del Soberano; son sufragados de forma ordinaria por los impuestos y de forma extraordinaria por la deuda pública», con base en lo cual se concluye que la administración de la hacienda pública tiene unos límites establecidos con claridad y que dentro de esos límites no se encuentra la intromisión en las libertades económicas de los individuos; así lo reconoció la Constitución Política de Colombia en el artículo 333 «La actividad económica y la iniciativa privada son libres, dentro de los límites del bien común»; sin embargo, en el artículo 334 la Carta Magna también establece que «La dirección general de la economía estará a cargo del Estado» y le da poder para intervenir en la «producción, distribución, utilización y consumo de los bienes, y en los servicios públicos y privados» ¡Una paradoja constitucional!

Quiero resaltar que en la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, además de los partidos políticos tradicionales, entre otros, tuvieron representación la Alianza Democrática M-19, la Unión Patriótica, el Ejército Popular de Liberación y que ellos también han hecho parte de los poderes públicos de Colombia, por lo que no pueden sustraerse de sus responsabilidades con relación al diseño del estado que a veces sus simpatizantes critican.

Hago el comentario anterior porque muchas veces los líderes de la izquierda colombiana han dicho que se tienen que hacer reformas al estado colombiano, pero es preciso recordarles que han tenido oportunidades históricas para hacer esas reformas y lo que han hecho es apoyar la estructura que busca el crecimiento del tamaño del estado más allá de las características reconocidas de manera universal y que señaló John Stuart Mill.

Nunca hemos visto ni escuchado a quienes se arrogan la vocería de la población pobre legislar a favor de ella, sino que han ayudado a que el estado crezca para financiar los derechos de aquellos que no son pobres, siendo ellos y sus colectivos más cercanos la prioridad de la ejecución de la inversión pública.

Si en los estados se ha avanzado en el respeto de libertades individuales como la de conciencia, de cultos, de expresión, de pensamiento, de opinión, profesión u oficio, de cátedra, entre otras, debería también avanzarse en las libertades económicas, en especial si se tiene en cuenta que la administración de la hacienda pública, por su definición, se debe limitar solo a las instituciones y recursos estatales y que «En cualquier caso el gasto público social será prioritario».

Todo individuo que ejerce de manera legítima una actividad económica debe gozar de las garantías por parte del estado de hacerlo en plena libertad, sin que los funcionarios que no rinden cuentas de su gestión financiera se inmiscuyan en el desarrollo de sus actividades, pues si no facilitan que la población ejerza control sobre los recursos de todos, entonces ¿Por qué permitirles que ellos se sigan entrometiendo en los asuntos económicos privados?

Mientras que a los contribuyentes se nos exigen mayores esfuerzos para financiar el gasto público que hoy se encuentra por encima del 30% del Producto Interno Bruto nacional (¡Uno de los más altos del mundo!), a los administradores de la hacienda pública se les entregan más recursos económicos sin que rindan cuentas de lo que hacen, pues así como aquel Secretario de Hacienda Municipal ellos piensan que están administrando una finca, pero ¡Hasta el mayordomo de la finca debe rendirle cuentas al dueño de la misma!

¡Por todo lo anterior es aceptable para ellos la combinación de todas las formas de lucha para obtener el poder estatal y para mantenerse en él!

[1] John, Principles of political economic, 1871, book V.
[2] Smith, Adam, Wealth of Nations, 5th ed., 1789, book V.

domingo, 18 de abril de 2021

GLOBALIZACIÓN, MERCADOS Y ESTADOS

Inicio mi opinión de hoy apelando una vez más a la Real Academia Española que en el Diccionario de la Lengua Española dice que los «negacionistas» son partidarios de la «Actitud que consiste en la negación de determinadas realidades y hechos históricos o naturales relevantes»; un ejemplo claro de negacionismo es el de considerar que la «globalización» es solo una ideología y no una realidad mundial que la RAE, en materia económica, define como «Proceso por el que las economías y mercados, con el desarrollo de las tecnologías de la comunicación, adquieren una dimensión mundial, de modo que dependen cada vez más de los mercados externos y menos de la acción reguladora de los Gobiernos».

Las tecnologías de la información y las comunicaciones han facilitado lo que se ha denominado la Cuarta Revolución Industrial o Industria 4.0 y el desarrollo de la globalización, por lo que en la actualidad un individuo puede comprar un producto ofrecido por un agente económico asentado en territorio estadounidense, chino o de cualquier otra nacionalidad y en menos de una semana podría estar recibiéndolo en su hogar o en sitio de trabajo ¡Esto es real, no es solo un ideal!

La filósofa rusa Alisa Zinóvievna Rosenbaum, conocida por su seudónimo de Ayn Rand, advirtió que «Puedes ignorar la realidad, pero no puedes ignorar las consecuencias de ignorar la realidad» y por ello quienes ignoran o niegan la realidad de la globalización deben enfrentarse a las consecuencias que ello conlleva. Los gobernantes de los estados, por ejemplo, pueden seguir aplazando la actualización de sus legislaciones para adaptarse a la realidad de los mercados o pueden seguir esperando, de manera inútil, que los mercados se adapten a sus pretensiones, pero lo único cierto es que condenarán a sus gobernados a sufrir las consecuencias que en materia económica se deriven, pues los mercados seguirán obedeciendo a las leyes que los rigen teniendo en cuenta que los seres humanos seguiremos satisfaciendo nuestras necesidades de acuerdo con las soluciones que en los diferentes mercados se nos ofrecen.

Esta semana el administrador de empresas y escritor René Burgos manifestó que «El registro Invima de mi arequipe me vale 7 millones, el del yogurt 7 millones y el de la leche condensada 7 millones, 21 millones solo para poder tener licencia para vender y todavía no he comprado la marmita» ¿Cómo puede competir un joven emprendedor como éste frente a empresarios de otras naciones que no tienen que pagar esa cantidad de dinero para obtener el registro que les permite comercializar sus productos? Para justificar que hacen algo, los legisladores proponen y aprueban leyes innecesarias para producir y comercializar no solo la leche y sus derivados, sino también la panela, los combustibles como la gasolina, el servicio de transporte y toda actividad económica, por lo cual siguen teniendo vigencia las palabras del expresidente de Estados Unidos Ronald Wilson Reagan cuando dijo «La visión del Gobierno sobre la economía se podría resumir en unas pocas frases cortas: si se mueve, ponle impuestos; si se sigue moviendo, regúlalo. Y si deja de moverse, subsídialo».

El exceso de reglamentaciones en Colombia, que está muy ligado al tamaño del estado, ha hecho que nuestra población no produzca la riqueza que puede generar, pero los gobernantes sí se creen con el derecho de redistribuir la poca riqueza que permiten que la población produzca y por ello se les ha convertido en un hábito tramitar reformas tributarias para aumentar no solo las tasas de tributación, sino también el número de individuos que deben contribuir de forma impositiva a la financiación del gasto público; por lo anterior, yo considero que el mejor apoyo estatal que podrían recibir los emprendedores colombianos es que el estado les quite la carga tributaria y los trámites que impiden que el sector privado sea más productivo.

Lo mismo sucede en todos sectores de la producción como, por ejemplo, el del transporte en el que a las empresas formales el estado les ordena el cumplimiento de las normas que además de la tramitología burocrática exige el pago de ciertos permisos para que sus vehículos puedan transitar y ofrecer un servicio de tanta importancia para la movilidad de la población; esos costos gubernamentales las empresas deben incluirlos en los precios que deben pagar los usuarios; no obstante, los mercados que obedecen a las leyes de la oferta y la demanda y no a las legislaciones de los estados, debido también a las tecnologías de la información y las comunicaciones y a la globalización permiten que, a través de aplicaciones de dispositivos móviles, se ofrezcan servicios de transporte a menor precio y en algunos casos más seguros y de mejor calidad que el de las empresas que decidieron formalizarse, lo cual pone en desventaja a quienes quieren cumplir con la imposición gubernamental y a pesar de que la Superintendencia de Industria y Comercio SIC, en nombre del estado, ejerza coerción ordenándole a uno de los agentes económicos informales la cesación de la prestación del servicio de transporte de pasajeros, mientras exista demanda por parte de los usuarios también existirá un mercado negro en el que se ofrezca un servicio a través de otras aplicaciones, pues como dijo el exprimer ministro británico Winston Leonard Spencer Churchill «Si destruyes un mercado libre creas un mercado negro, si creas diez mil regulaciones destruyes todo el respeto por la ley».

Por lo anterior es que yo opino que el tamaño del estado y el exceso de regulaciones que redundan en el intervencionismo gubernamental en los asuntos económicos de la nación genera un desequilibrio a favor de unos y en contra de otros agentes económicos ante el cual los mismos mercados reaccionan para equilibrar la ecuación, como lo he sostenido con anterioridad ¡Así funciona el mundo real que algunos prefieren negar!

domingo, 11 de abril de 2021

SEPARACIÓN ENTRE EL ESTADO Y LA RELIGIÓN

Con anterioridad he publicado mis pensamientos anticaudillistas, pues considero que los seres humanos no deberíamos subordinarnos a otros que tienen las mismas potencialidades o capacidades con las que hemos sido dotados.

Se cree que casi hasta finales del Siglo IV los emperadores romanos exhibían el título de máximo pontífice («pontifex maximus») como el mayor cargo del caudillismo religioso, pero León I fue el primer obispo romano que asumió dicho título con la finalidad de restaurar su credibilidad y reducir la influencia que los emperadores romanos habían logrado entre los cristianos después de que Flavio Valerio Aurelio Constantino autorizara la práctica del culto a Cristo y se iniciara la persecución a los no cristianos. Después de esto se inició un concubinato, que ha sobrevivido hasta nuestros días, entre el caudillismo religioso y el caudillismo político en diferentes territorios del planeta con la finalidad de mantener su dominio sobre los individuos.

De acuerdo con la evidencia histórica, el teólogo francés Oscar Cullmann señaló que «Hasta los primeros días del siglo tercero, nunca se le ocurrió a ningún obispo de Roma referirse a Mateo 16:17 y siguientes, aplicándoselos a sí mismo en el sentido de ser la cabeza de la Iglesia». Juan Crisóstomo, quien también se conoció como Juan de Antioquía, creía que en ese texto bíblico se hizo referencia a la confesión que hizo Pedro y no a Pedro mismo; asimismo, Agustín de Hipona pensaba que Jesús no se refirió a Pedro, sino sí mismo; sin embargo, para los caudillos religiosos es muy conveniente hacer creer que ellos son los vicarios de Cristo y, por lo tanto, los máximos representantes de Dios en la tierra.

A diferencia de las generaciones de estudiantes colombianos de los últimos cinco lustros, mi generación tuvo la oportunidad de que nos enseñaran historia durante nuestro proceso de educación formal. La eliminación de la cátedra de historia de los planes de estudios de las instituciones educativas se dio en el año 1994, pero eso no ha impedido que los interesados en conocer los hechos del pasado continuemos haciéndolo por cuenta propia y podamos sacar nuestras conclusiones y nuestro propio aprendizaje. Una de las enseñanzas que algunos hemos obtenido en ese proceso es que «la historia la escriben los vencedores».

Por lo anterior, no debe extrañarnos que en la lucha de poder entre los caudillos la historia se tergiverse, se reinterprete o se reescriba para mostrar que los caudillos son los principales protagonistas en ella, pero solo quienes se interesan en buscar la verdad pueden encontrarla y, por el contrario, quienes tienen predisposición a creer las mentiras quedan deslumbrados frente a cualquier cuento de hadas que les narren.

Muchos aprendimos que el 12 de octubre de 1492 Cristóbal Colón llegó a América con el apoyo de Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, quienes habían decretado la conversión al catolicismo mediante la coerción a los judíos (a quienes llamaban marranos) y a los musulmanes (a quienes les decían moriscos) o la expropiación de bienes y la expatriación a quienes se negaran a convertirse. A ellos uno de los caudillos de la religión católica los denominó «reyes católicos». Si observamos con atención la realidad del mundo actual, entonces podemos ver que ese comportamiento no ha cambiado y que entre los caudillos se siguen concediendo a nivel internacional, nacional, regional y local premios, reconocimientos, nombramientos, se reparten medallas, se aprueban leyes y decretos para exaltar sus personalidades, a pesar de que son tan humanos como el resto y que muchas veces su único mérito es su caudillismo.

La República de Colombia también ha sido escenario del fraude caudillista político-religioso, ya que en 1886 mediante la Constitución Política y en 1887 con el Concordato que se firmó con el Vaticano, se legitimó la discriminación y la exclusión, persiguiendo en nombre del estado a quienes tuvieran un pensamiento diferente al «oficial»; no obstante, en la última década del Siglo XX el pensamiento liberal logró abrirse paso en la Constitución Política de 1991 para facilitar la construcción de una nación incluyente y pluralista, aunque aun limitada por el poder caudillista de quienes hacen parte de los poderes públicos.

Otro logro del pensamiento liberal en la década de los noventa fue la apertura económica que ha facilitado el intercambio comercial entre los países y le ha permitido a nuestra población obtener productos a precios accesibles; sin embargo, el tamaño del estado colombiano (que también se refleja en el excesivo número de reglamentaciones y trámites) hace que el precio final de los bienes y servicios ofertados en los diferentes mercados incluyan altas tasas tributarias para financiar el exorbitante nivel de gasto del estado colombiano.

Por todo lo anterior, finalizo mi opinión de hoy con la siguiente reflexión: Si de la misma forma como se logró la separación entre el estado y la religión católica también buscamos la separación entre el estado y la economía ¿Por qué no?

domingo, 4 de abril de 2021

MI EXPERIENCIA CON EL RESUCITADO

En el Siglo I en la antigua ciudad de Corinto, capital de la provincia romana de Acaya, el apóstol Pablo, quien antes de su conversión al cristianismo se denominaba «Saulo de Tarso», predicó las buenas nuevas de Jesucristo durante un período de dieciocho meses por mandato del mismo Señor que le dijo «No tengas miedo; sigue anunciando el mensaje y no calles. Porque yo estoy contigo y nadie te puede tocar para hacerte daño, pues mi pueblo es muy grande en esta ciudad». Allí fue plantada una de las primeras congregaciones cristianas a la que se remitieron dos de las «cartas paulinas»; en una de sus epístolas el apóstol le dijo a los corintios lo siguiente:

«En primer lugar les he enseñado la misma tradición que yo recibí, a saber, que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que lo sepultaron y que resucitó al tercer día, también según las Escrituras; y que se apareció a Cefas, y luego a los doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, la mayoría de los cuales vive todavía, aunque algunos ya han muerto. Después se apareció a Santiago, y luego a todos los apóstoles.

Por último se me apareció también a mí, que soy como un niño nacido anormalmente.»


En efecto, antes de su conversión Pablo creía estar sirviéndole a Dios al perseguir a los primeros cristianos, pero una vez el Señor Jesucristo se le apareció en persona, habiendo resucitado de entre los muertos, este hombre no podía negar la realidad de la que él mismo comenzaba a ser testigo, por lo cual dirigiéndose a los corintios añadió:

«Porque si los muertos no resucitan, entonces tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, el mensaje que predicamos no vale para nada, ni tampoco vale para nada la fe que ustedes tienen. Si esto fuera así, nosotros resultaríamos ser testigos falsos de Dios, puesto que estaríamos afirmando en contra de Dios que él resucitó a Cristo, cuando en realidad no lo habría resucitado si fuera verdad que los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, entonces tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, la fe de ustedes no vale para nada: todavía siguen en sus pecados.»


Uno de los episodios posteriores a la resurrección de Jesucristo que más me conmueve es aquel en el que el Señor se le apareció a sus discípulos y les mostró las manos y el costado; ellos se alegraron de verlo vivo; sin embargo, la Escritura narra que el apóstol Tomás no estaba con ellos cuando eso sucedió, por lo cual cuando los demás le narraron lo acontecido y que habían tenido la experiencia de ver a Jesús resucitado, Tomás les respondió con la sinceridad de alguien que está dispuesto a creer si le presentan las evidencias de lo que se afirma: «Si no veo en sus manos las heridas de los clavos, y si no meto mi dedo en ellas y mi mano en su costado, no lo podré creer» ¡El solo quería vivir la experiencia que los demás discípulos habían tenido! Por ello cuando Jesucristo les apareció otra vez le dijo a Tomás: «Mete aquí tu dedo, y mira mis manos; y trae tu mano y métela en mi costado. No seas incrédulo; ¡cree!» ¡Está demás decirles que desde ese día Tomás fue uno de los creyentes que estuvo dispuesto a ofrendar su vida para defender la verdad de la resurrección de Cristo!

Yo, hace varios años, no creía que Dios existiera y, por lo tanto, tampoco creía que Jesucristo fuese Dios o el Hijo de Dios y mucho menos que hubiese muerto y resucitado, como testificaron y escribieron los primeros cristianos. No me interesé en darle a conocer a otros lo que pensaba acerca de la existencia de Dios y tampoco en pedir evidencias de la certeza de esa verdad hasta que un amigo, jugando futbol, me dijo que si quería saber si Dios era real debía hablarle; si Él me respondía, entonces yo me convencería de que Dios existía. Aquel reto no me pareció irracional, por lo cual aquella misma noche, acostado sobre mi cama, hablé al techo de mi habitación diciendo: ¡Dios, si tú existes, demuéstramelo!

Solo quiero compartir con ustedes que Aquél que le dijo a Tomás «No seas incrédulo» y que se le atravesó a Saulo de Tarso en el camino a Damasco y le preguntó «¿por qué me persigues?», no solo me demostró que existe, sino también me ha demostrado en repetidas ocasiones que me ama, que me bendice, que me cuida, que me respalda, que está conmigo a donde quiera que voy; por lo que me uno al salmista al decir «¡Entiendan, gente torpe y necia! ¿Cuándo podrán comprender? ¿Acaso no habrá de oír el que ha hecho los oídos? ¿Y acaso no habrá de ver el que ha formado los ojos?» ¿Acaso no hablará el que ha hecho la boca? Por lo cual dice: «Si hoy escuchan ustedes lo que Dios dice, no endurezcan su corazón como aquellos que se rebelaron».

Otro de aquellos primeros testigos de que Cristo vive es el apóstol Pedro, quien en una de sus cartas dirigidas a los primeros cristianos les dijo «Estén siempre preparados a responder a todo el que les pida razón de la esperanza que ustedes tienen», por lo cual en diálogos que he sostenido con hombres y mujeres bastante fundamentados con conocimientos filosóficos y científicos, que se reconocen como ateos y que me han pedido que les demuestre la existencia de Dios, yo les he dicho que me demuestren la existencia de su mamá o de la mía sin usar un argumento teísta (en el ateísmo hay argumentos para refutar casi todos los argumentos que cualquier teísta usaría para debatir sobre la inexistencia de Dios). Todavía no conozco al primer ateo que me haya podido demostrar que su mamá o la mía existen, pero eso no quiere decir que sean inexistentes. Lo que sí puedo decir es que la experiencia de vida que tanto ellos como yo hemos tenido con nuestras madres, nos impide aceptar su inexistencia.

Apreciado lector, ¿tú ya experimentaste a Cristo resucitado?