El nombre del italiano Galileo Galilei está muy ligado a la revolución científica, ya que dedicó su vida a la búsqueda del conocimiento y de la verdad. Albert Einstein dijo acerca de Galilei que es el «padre de la ciencia moderna», lo cual hace justicia a la dimensión de su trabajo por el cual se le puede considerar como uno de los pioneros del método científico; sin embargo, Galileo tuvo que enfrentar el dogmatismo de los caudillos religiosos de su época, así como también de aquellos con mentalidad caudillista que se resistían a aceptar los nuevos conocimientos aportados por el científico, filósofo, físico y matemático nacido en Pisa. Fue conminado a presentarse ante la inquisición católico-romana que lo obligó a retractarse de sus investigaciones que contradecían la idea geocentrista defendida por los jerarcas de la iglesia católica ¡Ellos prefirieron silenciar al mensajero antes que reconocer la verdad universal expuesta por el intelectual!
En la literatura universal se pueden hallar otros ejemplos acerca de la práctica de silenciar o matar al portador de los mensajes que no les convienen a los receptores intolerantes frente a la exposición de verdades universales inviolables e irrefutables ¡Ante la imposibilidad de contradecir el mensaje prefieren atacar al mensajero!
La Real Academia Española RAE define el vocablo «debatir» como «Dicho de dos o más personas: Discutir un tema con opiniones diferentes». El debate tiene unas normas básicas para que quienes participan en él lo hagan de forma razonable, pero existen ciertas prácticas que se hacen de forma intencional con la finalidad de desviar la atención del tema central que se discute. Me refiero a las falacias que la RAE define como «Engaño, fraude o mentira». Una de las falacias más usadas es el argumento ad hominem (contra el hombre), de la que el ataque al mensajero es una ligera variante, que consiste en desacreditar a la persona que presenta un argumento, criticándole sin responder o hacer referencia a lo que se expone; es decir, se ataca a la persona, pero no al argumento.
Esa fue la falacia usada por los caudillos de la religión católica para intentar detener la verdad científica expuesta por Galileo Galilei y también para pretender frenar el mensaje de los reformadores como Martín Lutero ¡Hasta el tiempo presente se han negado al debate usando otra falacia: la de autoridad! ¡No quieren arriesgarse a perder el dominio que mantienen sobre aquellos que no se atreven a pensar con libertad!
«Silenciar o matar al mensajero» es una práctica deshonesta usada también por los caudillos políticos cuando se expone un argumento que contradice sus propuestas contrarias a las verdades universales descubiertas hace mucho tiempo por hombres de ciencia y, por consiguiente, irrealizables en el mundo real; cuando un periodista les formula preguntas inconvenientes para su popularidad, en lugar de responder prefieren «silenciar al mensajero» atacándolo con señalamientos que según ellos le quitan credibilidad al periodista. De igual forma responden algunos ante la opinión pública cuando se les abre una investigación por parte de algún órgano de control, su argumento es denunciar que el funcionario encargado de investigarlo «es familia de algún vecino de una tía del cuñado del primo de la secretaria de algún delincuente» ¡Si un ciego afirma que la luz brilla, entonces criticarán al ciego por hacer esa afirmación siendo incapaz de poder observar las destellos de la luz!
Yo he dedicado varios años a estudiar algunos temas específicos, por lo que los conocimientos que he acumulado me han sido de gran utilidad para el buen desempeño de mis actividades laborales en diferentes municipios de Córdoba, Sucre, Antioquia y ahora de Santander; para mí esa es una razón de gran importancia para no rehuirle al debate y en vista de que algunos me contradicen en asuntos que conozco y en los ellos tienen menos experiencia, yo acudo al método socrático, que ya he explicado, con el objetivo de que ellos encuentren la iluminación por sus propios medios; sin embargo, su reacción es poco amigable cuando la vocecita dentro de sus cabezas responde a mis preguntas y entienden, por sí mismos, que la «verdad» que defienden es insostenible.
Hace algunos meses comencé a alimentar mi blog y las redes sociales con contenidos de los temas en los que tengo algún dominio con el fin de compartir lo que he aprendido con quienes no tienen conocimientos al respecto o con quienes teniéndolos estuvieran interesados en dialogar sobre ellos, ya que tengo una preferencia por el «diálogo» que se define como «Plática entre dos o más personas, que alternativamente manifiestan sus ideas o afectos»; he recibido elogios y mensajes de admiración por esta tarea, pero también he recibido críticas que en las últimas semanas se han centrado en mi vida personal y familiar y que, en consecuencia, han dejado de lado la esencia de los temas que publico; sin embargo, yo tengo muy clara la enseñanza de Platón cuando afirmó que «Los sabios hablan porque tienen algo que decir, los tontos hablan porque tienen que decir algo».
También he dicho muchas veces que yo no reconozco enemigos, pues incluso con quienes he tenido diferencias en el pasado hoy mantengo unas relaciones cordiales enmarcadas dentro del respeto y la consideración. No me ha gustado victimizarme y esta no va a ser la primera vez que lo haga, pues aunque al igual que los demás creyentes en Jesucristo sé que si alguien me pega en una mejilla debo ofrecerle también la otra, también sé que solo tengo dos mejillas. Otros prefieren poner sus mejillas para que les peguen una y otra vez, incluso algunos son capaces de poner hasta las nalgas cuando se cansan de que les peguen en el rostro. Yo en cambio he aprendido a responder (no siempre con palabras) en la justa medida de lo que merecen los ataques que recibo, pero no me dejo silenciar con facilidad.
Galileo se mantuvo firme cuando dijo «Y, sin embargo, se mueve» después de que la inquisición le ordenara retractarse y lo condenara a prisión perpetua por demostrar que la Tierra se mueve y que ésta no es el centro del universo, así también yo soy el portador de un mensaje desagradable para mis contradictores: ¡Aquí sigo opinando, no me voy a dejar silenciar! ¡Mientras Dios me lo permita todavía tengo mucho para decir!