Desde mi pubertad aprendí que las críticas deben tomarse con beneficio de inventario, pues cuando alguien te critica existen dos alternativas posibles: que tenga razón o que no la tenga. Lo que tú haces con la alternativa verdadera es lo importante, la falsa no tiene la menor relevancia a menos que tú decidas dársela. En ese orden de ideas, estaba recordando que una vez, conversando con mi mejor amiga, ella me dijo que su papá le había comentado lo siguiente acerca de mí: «Ese amigo tuyo es muy inteligente para los estudios, pero muy bruto para la vida». No he sabido la razón que tuvo ese señor para hacer esa afirmación, pero decidí «mirar para adentro» con la finalidad de analizar si sus palabras eran verdaderas o falsas. Para mi sorpresa, descubrí que él tenía la razón, pero ¿Qué haría con aquella verdad que se me revelaba?.
Pocos años después, cuando cursaba los primeros semestres de Ingeniería de Sistemas, un profesor nos enseñó la diferencia entre los conceptos de dato e información, en esencia concluyó diciendo que el dato es información sin procesar y la información son los datos procesados; por ejemplo, si tomas el número 4, éste es un dato que no te brinda información alguna, podría ser cualquier cosa, pero si sometes ese 4 a un proceso como sacarle la raíz cuadrada o elevarlo a la tercera potencia, podrías afirmar que la raíz cuadrada de 4 es 2 o que 4 elevado a la 3 es 64 y allí estarías obteniendo información que no tenías. Desde sus inicios, los computadores se constituyeron en máquinas para procesar datos y brindarnos información y según el filósofo inglés Thomas Hobbes «quien tiene la información, tiene el poder».
Internet fue pensado como una forma de brindar acceso a la información sin restricciones y sin gobierno. Confieso que una de las cosas más fascinantes para mí fue cuando, hace más de veinte años, me enseñaron que una de las ventajas de la red mundial de información era que no había gobierno en ella. En la actualidad, algunos gobiernos siguen intentando censurar información que circula en la red, pero se han encontrado que sus legislaciones muy pronto quedan en desventaja frente a los avances de las tecnologías de la información y las comunicaciones.
En febrero de 2011 leí que hasta el año 2007 los seres humanos fueron capaces de almacenar 295 exabytes de información que, según quienes hicieron esos cálculos, si toda esa información se almacenara en discos compactos (CD) la pila sobrepasaría la distancia de la tierra a la luna; decían además los investigadores que la capacidad de almacenamiento de información de los computadores se duplicaba cada 18 meses. ¡Imaginen la cantidad de información existente en la actualidad! Por ello, si Hobbes tenía razón, entonces gracias a la red mundial de información, debería existir un gran número de seres humanos empoderados, pero ¿así sucede?.
De acuerdo con la teoría económica los tres factores principales de producción son el capital, el trabajo y la tierra; sin embargo, los modelos económicos han tenido que incluir a la tecnología como cuarto factor que tomó mayor relevancia con la llegada de lo que se ha denominado la Cuarta Revolución Industrial o Industria 4.0. En este orden de ideas, la tecnología es definida como el «conjunto de conocimientos y técnicas que, aplicados de forma lógica y ordenada, permiten a las personas solucionar problemas, modificar su entorno y adaptarse al medio ambiente».
En este punto he llegado al concepto central de mi opinión de hoy: el conocimiento. No citaré alguna conceptualización al respecto, porque me vería obligado a escribir todo un tratado y no solo una corta publicación, ya que a lo largo de la historia muchos autores han expuesto sus pensamientos con relación a este concepto; sin embargo, a lo que sí quiero hacer referencia es a que el insumo fundamental del conocimiento es la información. En la actualidad, gracias a internet, la humanidad tiene más facilidades de acceder a la información y, en consecuencia, puede producir más conocimientos en diferentes disciplinas, por lo que yo reformularía la máxima de Hobbes: «quien tiene el conocimiento, tiene el poder» y quien usa el conocimiento que posee para hacer el bien es considerado sabio, pero quien lo usa para lo malo es un tonto o fatuo, pero de eso hablaré en otra ocasión.
Por lo anterior debemos valorar el consejo de nuestros mayores cuando nos decían «Estudien, porque un lápiz pesa menos que una pala», para hacernos entender que el conocimiento es un factor productivo de mayor importancia que el trabajo, el capital o la tierra; sin embargo, ¿Cómo se puede entender el caso colombiano en el que solo 5 de cada 100 personas no sabe leer ni escribir?; es decir, la gran mayoría de colombianos ha hecho parte del sistema educativo, pero al ser evaluados con estándares internacionales de conocimiento quedamos muy por debajo de las demás naciones. Quizás el profesor de origen ruso Isaak Yúdovich Azímov no se equivocó cuando afirmó que «La autoeducación es, creo firmemente, él único tipo de educación que existe».
Yo vine a este mundo rodeado de muchas carencias; mis padres se esforzaron en suministrarnos lo necesario para vivir a mis hermanos y a mí; sin embargo, si no hubiera aprendido a vivir como sugerían las palabras del padre de mi mejor amiga, quizás haría parte de la gran masa de seres humanos que a pesar de recibir educación no ha logrado superarse, porque espera que alguien diferente haga algo para sacarle de sus frustraciones individuales. ¡Habría sido un hombre bruto con títulos educativos!, pues los diplomas no me han servido mucho en esta vida, pero los conocimientos que he ido adquiriendo a lo largo de los años sí me han sido de gran provecho.
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