Un individuo que decide conducir una moto a alta velocidad y sin usar elementos de protección, como un casco, si se accidentara tendría grandes probabilidades de sufrir consecuencias fatales al desafiar ciertas leyes universales que conocemos porque fueron descubiertas por hombres de ciencia; asimismo, científicos de la economía descubrieron hace un par de siglos las leyes de la oferta y la demanda que describen el funcionamiento de los mercados. Cuando los agentes económicos que intervienen en los mercados ignoran estos principios, también deben asumir las consecuencias de sus decisiones.
El primero en usar la expresión «oferta y demanda» fue el economista escocés James Steuart Denham en su libro «Estudio de los principios de la economía política» (1767); después el economista y filósofo escocés Adam Smith la utilizó en su reconocida obra «La riqueza de las naciones» (1776); años más tarde el economista inglés David Ricardo escribió el capítulo «Influencia de la demanda y la oferta en el precio» en su libro «Principios de política económica e impositiva» (1817); sin embargo, quien formalizó el modelo de la oferta y la demanda y analizó su aplicación fue el economista británico Alfred Marshall en su libro «Principios de economía» (1890).
La política en materia agropecuaria de Colombia tiene condenados a muchos productores a pérdidas en cada período de cosecha y, por consiguiente, al empobrecimiento de un segmento de la población; por eso, hemos venido siendo reiterativos con quienes ostentan el poder político colombiano, no solo en el ámbito nacional sino también territorial, en el imperativo de cambiar la política agropecuaria en todos sus niveles para adaptarla a la Agenda Global 2030 (Objetivos de Desarrollo Sostenible), en especial para ponerle fin a la pobreza. Para lograr esto, se requiere tener en cuenta las leyes del mercado, desechando la idea inviable de que el mercado debe adaptarse a lo que quieren los políticos cuando lo razonable es que el estado se adapte al mercado. La oferta y la demanda seguirán haciendo lo que les toca, así como lo hacen la ley de la inercia, la ley fundamental de la dinámica, el principio de acción y reacción, entre muchas otras que se han descubierto y aquellas que todavía están fuera del conocimiento humano, pero que gobiernan el universo. ¡Ignorarlas no hará que el universo deje de funcionar como lo hace!.
Las noticias sensacionalistas que ignoran lo que ha descubierto la ciencia, al igual que un sinnúmero de comentaristas en las redes sociales reclaman al gobierno nacional ayudas para los productores de maíz, de papa y de leche, así como algunos reclamaban ayuda para una empresa de aviación comercial. En ninguno de estos casos el estado debería intervenir, ya que cuando lo hizo para impedir que los agentes económicos interactuaran en los diferentes mercados tomando como excusa la epidemia causada por el virus chino, las consecuencias fueron el aumento de la tasa de desempleo, porque la demanda en el mercado laboral se redujo; el cierre de muchos negocios, porque al bajar la demanda de sus bienes o servicios, no pudieron sostenerse; los precios de algunos productos aumentaron, mientras otros se redujeron; en fin, el mercado reaccionó de acuerdo con las leyes de la oferta y de la demanda. El intervensionismo estatal, en mi opinión, solo logra que se genere un desequilibrio a favor de una de las partes, pero la dinámica del mercado hará lo que le corresponde para equilibrar la ecuación.
En la segunda mitad del siglo XVIII el médico y diputado francés Joseph Ignace Guillotin propuso la utilización de un novedoso artefacto para decapitar a los condenados a muerte, ese aparato recibió el nombre de «guillotina»; por ello el abogado cubano, profesor de filosofía política, economista y consultor Armando Ribas, refiriéndose a la «guerra de las harinas», señaló que «En la revolución francesa decapitaban panaderos que subían el precio del pan, y mientras más decapitaban, más subía el precio. ¿Por qué? Porque las leyes de la economía son inviolables, no importa cuanta fuerza se aplique. A los precios los fija el mercado, no el estado» para resaltar la ineficacia de las medidas gubernamentales para modificar el comportamiento de los mercados.
Aunque a muchos de mis lectores les incomode, debo decirles que la evidencia histórica confirma esta realidad en las naciones donde se ha intentado ir en contra de las leyes del mercado, como la «Gran hambruna china» durante el régimen maoísta, la «Hambruna roja» en la antigua Unión Soviética, las actuales crisis de Venezuela y Argentina con hiperinflaciones que golpean el bolsillo de todos los habitantes de estos países.
Cuando se habla de laboratorio, el concepto que tenemos en nuestra mente es el de un sitio lleno de tubos de ensayo, cuentagotas, portaobjetos, pipetas, probetas, buretas, embudos, matraces, microscopios, termómetros, reactivos, entre otros elementos; sin embargo, algunas ciencias tienen sus laboratorios en el campo, en el terreno, en la sociedad. A mi me gusta ir cada fin de semana a la plaza de mercado, no solo a comprar, sino a observar de manera directa el intercambio entre vendedores (ofertantes) y compradores (demandantes) y ver la forma en la que toman vida los números y las gráficas de las leyes de la oferta y la demanda en su aplicación. No me gusta ponerle precio a los bienes o servicios que otros ofrecen, si me conviene el precio que piden hago la transacción, sino paso de largo en búsqueda de un mejor precio. Algunos saben leer el mensaje enviado por el mercado y ofrecen un mejor precio. ¡Los estados no deben obligar a alguno de los agentes económicos a hacer un intercambio que no les conviene!.
Aunque se anunció la llegada de nuevos bancos, el mercado financiero colombiano no supera el número de 50 oferentes. La limitada oferta de productos financieros hace que algunos precios sean altos; sin embargo, la competencia logra que algunas entidades bancarias ofrezcan mejores precios, porque se las ingenian para tener menores costos de producción, al resto les toca hacer los esfuerzos para que las leyes del mercado no les hagan perder clientes. Por otro lado, esta semana un nuevo operador ingresó al mercado de las telecomunicaciones en Colombia y lo que se vislumbra es una gran competencia en este mercado. Si la economía colombiana se abriera más para permitir la entrada de nuevos agentes económicos, los beneficios para todos se harían evidentes y con ello el deseo de quienes defienden la redistribución de las riquezas, ya que si estas no se crean, entonces no hay algo para redistribuir; sé que a muchos les gustaría más una redistribución igualitaria de las riquezas hecha de forma forzosa por el estado y no la forma justa y equitativa en que lo hace el mercado, respetando las libertades de cada individuo, que los estados se encargan de violar bajo el amparo de las leyes.
Por todo lo anterior, considero que los estados deben intervenir lo menos posible en los mercados, ya que su intervencionismo lo único que logra es desequilibrar el mercado a favor o en contra de los consumidores (demandantes) o de los productores (oferentes), obligando al mercado a actuar. Que muchos de los productos que hoy consumimos los colombianos tengan precios por encima del que tienen en otras naciones se debe al intervencionismo del estado que además obliga a que esos precios incluyan las altas tasas de tributación para sostener el alto nivel de gasto público.
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