Si existe un tema al que he dedicado gran parte de los últimos años a estudiarlo es el de la pobreza. He indagado estadísticas globales, nacionales, territoriales y locales, también he aprendido sobre los Objetivos de Desarrollo Sostenible ODS que la Organización de las Naciones Unidas ONU estableció en su Agenda 2030, he analizado las metodologías usadas en Colombia para medir la pobreza y antes de la crisis actual tenía un gran optimismo frente al avance de Colombia y del planeta en general en la reducción de la misma. Por lo anterior, me atrevo a hablar sobre pobreza en cualquier escenario, no con autoridad sino con argumentos.
Cuando se habla de pobreza es casi imposible no hacer referencia a los individuos más ricos del planeta o del país; por ejemplo, esta semana se dio a conocer que Jeff Preston Bezos en la actualidad es el hombre más rico del planeta con un patrimonio aproximado de doscientos dos billones de dólares (US$202.000.000.000) que equivalen a casi setecientos sesenta billones de pesos ($759.596.760.000.000) que corresponden al 71,53% del Producto Interno Bruto de Colombia; en otras palabras, para acumular la riqueza de Bezos todos los colombianos deberíamos trabajar durante casi 9 meses; por eso puedo afirmar que si repartiéramos todas las posesiones del hombre más rico entre todos los pobres del mundo el resultado sería un pobre más. Por otro lado, los hombres más ricos de Colombia son Luis Carlos Sarmiento Angulo, Jaime Gilinski Bacal y Carlos Ardila Lülle con una riqueza aproximada de 45,9; 13,5 y 9,4 billones de pesos cada uno. Sumando la riqueza de los tres se obtendría como resultado casi el 6,5% del PIB colombiano.
El DANE dio a conocer esta semana que el gasto del gobierno general por finalidad durante el 2019 fue de casi 335 billones de pesos (31,54% del PIB), lo cual significa que el estado colombiano en un año se gasta el equivalente al 43,4% de la fortuna del hombre más rico del planeta y, teniendo en cuenta que los estados no producen riquezas, sino gastos, para financiarse necesitan que todos trabajemos y paguemos los tributos.
No conozco la base desde la cual se puede decir que una persona es rica o no, a diferencia de que sí se ha establecido una línea de pobreza internacional que genera mucha discusión en nuestro país.
En 1990 un grupo de investigadores propuso la utilización de los patrones de los países más pobres del mundo para calcular la población pobre del planeta para lo cual analizaron las líneas de pobreza de algunos de los países más pobres y las convirtieron a una moneda común usando la paridad del poder adquisitivo (PPA) y a partir de ella los investigadores concluyeron que en seis de los países más pobres el valor de la línea de pobreza nacional era de alrededor de US$1 al día por persona, valor que se tomó como la base de la primera línea de pobreza internacional; en el año 2005, esta se revisó sobre la base de 15 líneas de pobreza de los países más pobres del mundo y el resultado fue de US$1,25 al día por persona, que se tomó como la nueva línea de pobreza internacional; sin embargo, usando el mismo método en el año 2015 se determinó que la nueva línea de pobreza internacional es de US$1,90; en consecuencia, en Colombia una persona se considera pobre si tiene ingresos diarios por debajo de $7.145 ($214.342 al mes), según mis cálculos con base en la TRM del dólar. Muchos de las personas que tienen ingresos por encima de esa cifra la critican a partir de su percepción, pues ignoran que detrás de ese número a nivel mundial hay una gran cantidad de seres humanos que tienen que arreglárselas a diario para sobrevivir con ese ingreso. La solución más fácil para algunos sería quitarles su patrimonio a los más ricos y repartirlo entre los más pobres, pero como ya vimos esa «solución» lo único que lograría es que los ricos también se conviertan en pobres. A partir de esta idea se creó el índice de Schutz (también conocido como índice de Hoover o índice de Robin Hood) que mide los resultados de redistribuir los ingresos totales de la población más rica entre la población más pobre.
Casi todos conocemos la leyenda de Robin Hood y, por consiguiente, sabemos que él no le quitaba el dinero a los ricos para darlo a los pobres, sino que le quitaba al rey los tributos que recaudaba a la fuerza para devolverlos a sus legítimos dueños. Hago esta aclaración para advertir que si como sociedad quisiéramos implementar políticas públicas justas al estilo de Robin Hood, entonces lo que deberíamos exigir es la reducción de las diferentes tasas de tributación (IVA, ICA, renta, retención en la fuente, etc.) que golpean nuestro poder adquisitivo como individuos.
El tamaño de los estados debería ser proporcional al tamaño de la población que se ubica debajo de la línea de pobreza internacional y, en mi opinión, es hacia quienes hacen parte de este segmento poblacional que deberían enfocarse los programas sociales como por ejemplo la renta básica propuesta en el Foro Económico Mundial y cuya implementación se discute en diferentes naciones de la tierra, incluida Colombia en cuyo Congreso de la República el 20 de julio pasado se radicaron cuatro proyectos de ley de los cuales el que presentó el Partido Liberal Colombiano se asemeja más a lo que planteo en estas líneas de opinión.
Si dirigimos la atención estatal solo a los más vulnerables, entonces no sería necesario un estado paquidérmico, ineficaz e ineficiente como el que ahora tenemos; en consecuencia, tampoco sería necesario un gasto público en los niveles actuales y, por lo tanto, no sería necesario recaudar tantos recursos a través de impuestos y contribuciones onerosas que reducen la capacidad de consumo de todos los individuos colombianos.
La mejor manera de estimular la reactivación económica de los individuos, de los hogares y de las empresas no es aumentando las tasas de tributación y tampoco haciendo que el estado gaste más, sino todo lo contrario, ya que como lo he descrito si la riqueza no se crea entonces no habrá nada que redistribuir.
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