A Ralph Waldo Emerson (escritor, filósofo y poeta estadounidense del siglo XIX) se le atribuye la frase «Lo que haces habla tan alto que no puedo oír lo que dices»; no es extraño que Emerson pensara de esa forma, pues había estado bajo la influencia de la doctrina cristiana desde niño, ya que su padre fue pastor unitario y él también ejerció el pastorado durante un corto período de su vida.
La razón por la que siempre tengo un pensamiento, una frase o una máxima sobre algún tema en particular es porque desde niño me convertí en un «coleccionista de frases célebres» de pensadores del pasado y del presente, con fundamento en las cuales a veces me sumerjo en las profundidades de la medicación con el objeto de encontrar respuestas a algunas de las preguntas que formulo en mi búsqueda del conocimiento y de la verdad.
En mis estudios de las frases de esos pensadores y también de sus vidas, he encontrado que la gran mayoría de ellos no se quedaron en sus ideas sino que ejecutaron acciones que repercutieron sobre la humanidad más allá de sus generaciones, lo cual los hizo ser «transtornadores del mundo» y no solo ideólogos de una utopía.
Yo pienso que cuando alguien cree en algo esa persona actúa de acuerdo con lo que cree. Su vida es un reflejo de su pensamiento. También pienso que esa fue la razón por la que el Gran Maestro nos enseñó que «cada árbol se conoce por su fruto»; si los frutos nos permiten distinguir a un árbol de otro, así también la conducta o el comportamiento de un ser humano nos ayuda a conocer lo que de verdad cree esa persona. «Estos hombres, que han trastornado el mundo entero» viven de tal forma que influyen sobre el destino de la humanidad y no se quedan solo en las palabras.
«Estos hombres, que han trastornado el mundo entero» no se quedan solo en la queja permanente por la situación de sus naciones, esperando a que otro sea el agente de cambio, pues ellos no tienen mentalidad de cola, sino de cabeza; no esperan que la transformación la haga un caudillo, sino que deciden actuar y ser ellos la transformación.
«Estos hombres, que han trastornado el mundo entero» no se preguntan por lo que la sociedad puede hacer por ellos, sino que a diario madrugan, enfrentan el día a día y se desvelan con una actitud apercibida para aprovechar cada oportunidad que les permita hacer algo por la sociedad, pues ellos son conscientes de que la sociedad no les debe algo por el hecho de haber nacido.
«Estos hombres, que han trastornado el mundo entero» no se van de este planeta sin antes haber hecho algo para dejarlo mejor de lo que lo encontraron; con ello no solo dejan un legado de transformaciones, sino un ejemplo a seguir para aquellos que también se interesan en transtornar el mundo, ya que entienden que ni el «virus chino» es tan contagioso como el ejemplo.
«Estos hombres, que han trastornado el mundo entero» no se doblegan ante la injusticia, la adversidad, la persecución o la tiranía, ya que su vida es gobernada por un Paradigma Superior que los guía con unos principios y valores superiores que pocos comprenden o aceptan; ellos entienden con toda claridad que «Al enemigo siempre se lo ve grande, si se lo mira de rodillas» como dijo el libertador argentino José Francisco de San Martín y Matorras.
Muchos de «Estos hombres, que han trastornado el mundo entero» fallecen sin fama, honra, reconocimientos o agradecimientos de parte de la sociedad por los valiosos aportes que le hacen a la humanidad; algunos de ellos lo que reciben es lo contrario. Pienso que esto sucede porque «Estos hombres, que han trastornado el mundo entero» no se interesan en alguna de esas banalidades, sino que actúan motivados por un propósito superior que los impulsa a creer que el cumplimiento de lo que les dicta su conciencia es su principal premio o recompensa.
A «Estos hombres, que han trastornado el mundo entero» quise rendirles un modesto homenaje desde esta tribuna de opinión.
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