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domingo, 20 de septiembre de 2020

AL CESAR LO QUE ES DEL CESAR

La doctrina cristiana expresa que «Jesús les dijo: — Pues den al emperador lo que es del emperador, y a Dios lo que es de Dios» (Lucas 20:25); sin embargo, los críticos de estas enseñanzas reniegan sobre lo que los discípulos de Cristo hacen con su dinero cuando de forma libre deciden dar sus diezmos u ofrendas a una iglesia o a un ministro; es decir, critican la solidaridad y la generosidad cristiana que ellos no practican solo porque su retorcido pensamiento los lleva a suponer que los únicos beneficiarios de esos recursos son los pastores, ignorando que la doctrina cristiana también previó que «De igual manera, el Señor ha dispuesto que quienes anuncian el evangelio vivan de ello mismo» (1 Corintios 9:14).

Me refiero a los valores de la solidaridad y de la generosidad que escasean en el mundo actual, porque éstos son los que en mi opinión deben tenerse en cuenta a la hora de compartir aquellos ingresos que la Divina Providencia nos permite obtener como fruto de nuestras actividades laborales; estos valores morales aplican para los diezmos y ofrendas, pero también para los tributos que recaudan los estados; sin embargo, el egoísmo conduce a muchos a darle la espalda a su prójimo cuando más lo necesita y también a defraudar a los estados mediante la evasión o la elusión de lo que les correspondería compartir con los menos necesitados, justificando su egoísmo en que muchos de esos recursos terminan en los bolsillos de los corruptos; es decir, que de la misma forma como algunos «ministros cristianos» malgastan lo que generosamente dan los discípulos de Cristo, así también muchos «servidores públicos» se adueñan de lo que debería usarse para subvencionar las necesidades de los más pobres, pero esa no una excusa válida para no compartir una parte de lo que hemos recibido.

El gasto público del estado colombiano con relación a su producto interno bruto es uno de los más altos del mundo; dicho gasto supera al de Estados Unidos que es una de las naciones que más riqueza produce anualmente y también es mayor que el gasto a nivel mundial; a pesar de esta realidad existe un gran descontento social que exige del estado más inversión y, por lo tanto, mayor gasto, pero poco es lo que se hace para estimular la producción, por lo cual quienes observamos con claridad esto no dudamos en afirmar que si la riqueza no se produce, entonces no tendremos algo que redistribuir. Estimular la producción no es algo que beneficie solo a los ricos, sino que beneficia a todos los que producimos bienes o servicios para satisfacer las necesidades de quienes tienen el poder adquisitivo para pagarnos por ellos.
En las calles vemos a personas que tienen la capacidad para suplir sus necesidades básicas por su propia cuenta esgrimiendo la idea de que están exigiendo sus derechos, pero solo exigen para satisfacer sus intereses personales o el de los colectivos de los cuales hacen parte, pero no protestan para que el estado aplique los principios de eficacia y eficiencia para atender a quienes de verdad son pobres, que es lo que se busca con la práctica de la generosidad y la solidaridad: ¡Compartir con el que no tiene!

¿A quién no le gustaría recibir todos los meses una renta básica de parte del gobierno? El egoísmo solo nos lleva a pensar en nosotros y en nuestros familiares, pero lo cierto es que los únicos que deberían recibir esa subvención estatal son las personas que se encuentran por debajo de la línea de pobreza. Si esto se hiciera, entonces el gasto público colombiano no debería ser tan alto, las instituciones del estado serían más eficaces y eficientes, las tasas de tributación no serían de las más altas del mundo, el costo de vida sería menor y seríamos una nación desarrollada y no en vía de desarrollo, por lo que le concedo razón al filósofo de la administración Peter Ferdinand Drucker cuando dijo que «No hay países subdesarrollados, sino mal administrados».

No puedo finalizar mi opinión de hoy sin decir que existen principios y valores morales superiores que puestos en práctica por los individuos que conforman una sociedad harían de éste un mundo mejor; por lo cual, ya seas cristiano o no, quiero hacerte la invitación para que sigas la enseñanza de Aquél que nos dio ejemplo con su propia vida: «Siempre les he enseñado que así se debe trabajar y ayudar a los que están en necesidad, recordando aquellas palabras del Señor Jesús: “Hay más dicha en dar que en recibir”» (Hechos 20:35).

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