Uno de los más reconocidos compositores de la historia de la música ha sido el alemán Ludwig van Beethoven, quien desde muy joven tuvo que enfrentar la muerte de sus padres y después la pérdida de la audición que es el sentido más importante para un músico; sin embargo, ese exitoso músico se dijo a sí mismo: «Me apoderaré del destino agarrándolo por el cuello. No me dominará». Esa actitud lo condujo a convertirse en el primer artista independiente o libre de la historia, ya que antes de él los músicos y compositores hacían parte de los sirvientes de los nobles que los apoyaban.
Por otro lado, se dice que Julio César, antes de ser emperador de Roma, presenció una discusión entre dos aldeanos que se disputaban el liderazgo de una pequeña población, por lo cual sus colaboradores se burlaron de que ellos pelearan por gobernar un lugar sin importancia; sin embargo, Julio César los reconvino usando las siguientes palabras: «No os burléis; también yo preferiría ser cabeza en esta aldea que brazo en Roma». Se considera que ese episodio dio origen al dicho popular «más vale ser cabeza de ratón que cola de león», con fundamento en el cual escribo mi opinión de hoy.
Como muchos de mis lectores saben, siendo un muchacho recibí la Distinción Andrés Bello que me otorgó el Ministerio de Educación Nacional por el puntaje que obtuve en las pruebas que el Instituto Colombiano para la Evaluación de la Educación ICFES realiza a quienes finalizan sus estudios de educación media. Recuerdo que con ese reconocimiento debajo del brazo toqué varias puertas, tanto en el sector público como en el privado, en la búsqueda de la financiación de mi educación universitaria; no obstante, todas se cerraron en mis narices, pero hubo una que quedó medio abierta y yo mismo terminé cerrándola. El alcalde de mi pueblo natal, a quien acudí pidiendo la ayuda estatal, me dijo que la administración municipal no podía apoyarme porque el concejo municipal se lo había impedido, pero que él podía pagar mis estudios de su propio bolsillo, de lo que se tomaba en whisky. Quizás otro joven hubiera aceptado la que consideré una propuesta indigna, pero yo no lo hice. Sabía que los hijos de los políticos estudiaban becados por el estado sin ser buenos estudiantes, su único mérito era llevar el apellido de sus padres.
Por lo anterior, fui un defensor del Programa Ser Pilo Paga con el cual el estado colombiano le ofrecía un crédito condonable a los estudiantes más destacados y ellos tenían la libertad de decidir el programa profesional y la universidad en la que querían estudiar; sin embargo, fueron los mismos politiqueros que instrumentalizan a los pobres en sus discursos quienes se opusieron a que ese programa continuara, ya que la mayoría de los jóvenes que ingresó a él escogieron estudiar en universidades privadas y un porcentaje menor decidió estudiar en universidades públicas, en las que aquellos polítiqueros se creen con derecho de una parte de la torta estatal y en las que sus hijos pueden estudiar gracias a las influencias de sus apellidos.
Por el contrario, yo durante muchos años me sentí frustrado por no poder estudiar lo que quería, sino lo que me tocó, pero a muy temprana edad, como aquel joven músico alemán, también decidí que el destino no me dominaría. En ese proceso aprendí que no son los títulos universitarios o el prestigio de las instituciones donde los obtenemos lo que nos hace buenos profesionales, sino la determinación de cada uno para hacer lo mejor con los talentos que nos entregó la Divina Providencia o el Universo.
Con pocos años de experiencia laboral, cuando solo comenzaba a hacer algunas pequeñas cosas en la actividad política, me entrevisté con otro alcalde en ejercicio de mi municipio que me invitó a hacer parte de su grupo político y me dijo, mientras me señalaba a las diferentes personas que hacían antesala para hablar con él, que debía esperar pues habían otros que antes de mí hacían parte de su grupo. En ese momento me pareció que esa era un posición razonable y justa con aquellos que habían hecho un trabajo para que él se convirtiera en alcalde, por lo cual decidí seguir haciendo política de manera independiente, sin verme en la necesidad de rendirle pleitesía a un gamonal.
Preferí ser cabeza de razón y por ello ejercí algunos liderazgos que me dieron pequeñas pero muy enriquecedoras satisfacciones. Durante algunos años tuve la oportunidad de formar nuevos liderazgos enseñándole a jóvenes que ellos no necesitaban de que alguien les diera la oportunidad para salir adelante, sino que tenían que convertirse en los arquitectos de su propio destino. ¡Tenían que convertirse en la cabeza de sus propios ratones! Por eso les enseñé que debían impedir que siguieran instrumentalizándolos en la política y en cualquier otra área, debían dejar de ser solo objetos y convertirse en sujetos; es decir, ellos debían tomar la decisión de ser los protagonistas del cambio que pretendían que otros hicieran. Me complace saber que dentro de sus entornos ellos se han convertido en personas de influencia, dispuestos a poner sus talentos al servicio de los demás.
Una cosa condujo a la otra y en el año 2011, por petición de muchos de ellos, aspiré al concejo municipal sin lograr ser elegido; sin embargo, con los talentos que había recibido logré aportar mis granitos de arena para que se hicieran realidad algunas de las propuestas que había hecho como candidato. Eso me permitió poner en práctica algo que había aprendido del liderazgo: Un líder no necesita cargos para ejercer influencia, no necesita ser cabeza de león para ejercer su liderazgo.
Durante estos días decembrinos, muchos jóvenes reciben sus diplomas que dan cuenta del final de una de las etapas más enriquecedoras de su vida, pero que les da la señal de salida hacia una carrera emocionante para la construcción de su destino. Si existe algún consejo que yo pudiera darle a esos jóvenes es que deben apoderarse de ese destino y que no se dejen dominar de él o de otros individuos que no son superiores a ellos. ¡Tomen la decisión de convertirse en cabeza de ratón y no en cola de león!...
P.D.: Mis palabras de hoy tienen una dedicatoria especial para mi hijo Rafael David: «El Señor te pondrá en el primer lugar, y no en el último; siempre estarás por encima de los demás, y nunca por debajo, con tal de que atiendas a los mandamientos del Señor tu Dios, que yo te ordeno hoy, y los pongas en práctica» (Deuteronomio 28:13).
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