Quienes desconocen o ignoran los importantes avances que en materia económica se han dado en los últimos dos siglos para reducir la pobreza en las diferentes naciones del planeta solo enfocan su análisis a la esfera del poder político de los estados, asumiendo que si el caudillo de su preferencia no está gobernando, entonces los países están mal gobernados y, por consiguiente, deben cambiarse todos los modelos (incluyendo el económico), aunque eso conlleve a dar un salto al vacío tan arriesgado que haga que en lugar de que continúe el progreso y el desarrollo humano, como hasta ahora se ha dado en diferentes partes del mundo, se retroceda en la lucha contra la pobreza y por eso, en mi opinión, no es adecuado llamar «progresismo» a las políticas públicas que solo multiplican la pobreza de las naciones en las que se han experimentado; mi propuesta es que se les llame como lo que son: «retrasismo».
Algunos de mis contradictores se han superado gracias al limitado modelo capitalista que tanto critican y sueñan con que nuestra nación implemente aquellas políticas públicas que han demostrado tener un efecto contrario a la ilusión colectiva con la que deslumbran a quienes llenan de falsas expectativas por superar las condiciones deficientes que enfrentan a diario. ¡Sus líderes son unos expertos vendedores de humo!
Como es natural en el ser humano, dentro del conglomerado conformado por quienes quieren implementar el retrasismo también hay individuos que no están pensando en los más pobres, sino en sus intereses particulares, para que sin hacer mayor esfuerzo el estado siga brindándoles beneficios a los cuales no podrían acceder si el gasto estatal se dedicara solo a atender a los más vulnerables.
Debido a sus fracasos, el retrasismo no solo ha cambiado de nombre en múltiples ocasiones, sino también de discurso; por ejemplo, ahora para hacerse más atractivo a todas las esferas sociales los promotores del retrasismo apelan a los «derechos universales», como en el caso de la discusión sobre la renta básica en la que no aceptan que ésta focalice solo a los pobres, sino que sea universal, asimismo han hecho con la propuesta de educación gratuita y universal, salud universal y otra serie de propuestas universales, que parecen sacadas del sombrero de un ilusionista y que lo único que persiguen es el aumento del gasto público, que trae como consecuencia el aumento del poder de quienes hacen parte de las ramas del poder público en detrimento de las libertades individuales de quienes tendrían la obligación de trabajar y producir las riquezas para sostener el exorbitante gasto que ellos administrarían.
Como he venido señalando en mis opiniones anteriores, Colombia tiene un alto gasto estatal que no tiene consideración con el producto interno bruto de nuestra nación; por lo cual, en mi opinión, seguir aumentándolo no es solo una condena para que los pobres sigan siendo pobres, sino para que muchos de los compatriotas que han superado la pobreza con mucho esfuerzo vuelvan a ser pobres y otros sean empobrecidos.
Otro de los temas de los cuales he escrito es sobre aquellos individuos que se creen pobres sin serlo; éstos exigen que el estado les subsidie ciertos gastos que ellos están en la capacidad de satisfacer por cuenta propia, quitándole la oportunidad a alguien que de verdad necesita ser subvencionado por el estado. Un claro ejemplo de esto es que de los más de 40 billones de pesos que el Presupuesto General de la Nación destina para el pago de pensiones, se subsidia el 50,8% de las pensiones que corresponde a la quinta parte de la población con más altos ingresos, mientras que el quintil de más bajos ingresos apenas recibe el 4,3% de esos recursos públicos; el 74,1% de las pensiones públicas se queda en los dos quintiles que tienen grandes pensiones y que reciben el 39% de la subvención estatal total a través de diferentes subsidios; ¿no son los congresistas, magistrados, ministros, etc. quienes hacen parte de estos dos quintiles? ¡Solo se puede protestar para defender el régimen de prima media (Colpensiones) guiado por la ignorancia o haciendo parte de esos dos quintiles superiores!
Así podría hacer el análisis de los subsidios educativos, de salud, de servicios públicos, de vivienda, entre otros, para llegar a la misma conclusión de que esos recursos públicos en su mayoría no son invertidos con eficacia y eficiencia en la población pobre, sino que se reparte entre los politiqueros que hacen parte de las ramas del poder público. ¡Los que menos tienen subsidian a los que más tienen!
Por todo lo expuesto es que estoy de acuerdo en que «El mejor programa social del mundo es un empleo» como lo dijo el expresidente de los Estados Unidos Ronald Wilson Reagan y la generación de empleo no vendrá de parte de los políticos sino de todos aquellos que a diario nos despertamos con las ganas de progresar, de aportar, de emprender, de producir y de generar ingresos, por lo cual lo único que pedimos es que nos garanticen las libertades para poderlo hacer.