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domingo, 25 de octubre de 2020

PLURALISTAS ANTIPLURALISTAS

En mi permanente búsqueda del conocimiento y de la verdad he dialogado de forma profusa con individuos que piensan diferente a mí, de diversas profesiones y ocupaciones, de diferente color de piel, edad, sexo, orientación sexual, con creencias disímiles o incrédulos, lo cual me ha facilitado entender la cosmovisión de otros y poner en práctica una de las enseñanzas de quien fuera venerable maestro de la respetable logia José Hilario López número 20 de la masonería y hoy pastor cristiano, el reverendo Darío Silva Silva: «Entre cristianos, unidad en la variedad. Con católicos y ortodoxos, convivencia en la diferencia. Frente a los demás sistemas, tolerancia en la distancia».

Durante algún tiempo de mi adolescencia me consideré ateo, pero no de aquellos que estaban tratando de convencer a los creyentes de que su Dios no existía, sino del que denomino el verdadero ateísmo que no tiene necesidad de creer en un ser superior, solo eso; por lo anterior, en mi búsqueda del conocimiento y de la verdad he dialogado muchas veces y en tonos diferentes con ateos y agnósticos. Les confieso que aprendí bastante de muchos de ellos, pues al igual que el apóstol Tomás lo único que demandan es evidencia que les permita alcanzar una fe razonable y no una fe dogmática; sin embargo, dentro de la comunidad atea también hay dogmáticos.

Cuando la comunidad musulmana abrió su primera mezquita en Colombia una persona atea me escribió alarmada proponiéndome que nos pusiéramos de acuerdo con la finalidad de impedir que el islam se predicara en nuestra nación. Le respondí que yo no haría algo semejante, ya que no le temo al debate o la exposición del pensamiento, de las creencias o de las opiniones. ¡Bienvenida la diversidad!. Los demás lo que debemos hacer es exponer lo que creemos en lugar de censurar a quienes son diferentes.

Por lo anterior, me dolió ver la imagen chilena en la que se observa a algunos individuos celebrando que dos templos católicos se consumieran en llamas. Lo paradójico de la conducta de estas personas es que se autodenominan pluralistas, pero usan discursos en contra de la desigualdad y exacerban los ánimos de aquellos que debido al pluralismo han obtenido resultados menos aventajados como miembros de una sociedad; otros aprovechados solo ven la oportunidad de despojar a los demás de aquello que les ha costado esfuerzos adquirir. Unos y otros no tienen impedimento moral para apoyar tiranos que intenten hacernos iguales mediante la opresión, ignorando que aquello que nos hace diferentes es lo que permite que quienes se destaquen en una sociedad sean los que no son iguales a los demás individuos. La consecuencia obvia es que no todos obtengamos los mismos resultados que han logrado los Elon Musk, los Jack Ma, los Bill Gates, los Steve Jobs, los Mark Zuckerberg, los García Márquez, las Shakira, los Carlos Vives, los Diomedes Díaz, los James, los Falcao, los Messi, los Cristiano Ronaldo, entre muchos otros que a lo largo de la historia de la humanidad hicieron notable su paso por este planeta y que además hicieron posible que hoy la humanidad esté en mejores condiciones sociales y económicas que las vividas por nuestros antepasados.

Para hacernos iguales, los regímenes totalitaristas deben coartar las libertades de cada individuo, ya que la libertad y la igualdad son dos conceptos que se excluyen entre sí; por eso no es extraño que los tiranos que quieren igualarnos mediante el uso de la violencia impidan la libertad de expresión, la libertad de cultos y de conciencia, la libertad de conformar empresas, la libertad de comerciar con los demás seres humanos a nivel nacional o internacional, entre otras.

Ojalá que aquellos «pluralistas antipluralistas» colombianos no quieran seguir copiando la conducta intolerante de sus pares internacionales, como lo han hecho con otras prácticas irracionales que solo pueden justificar con sus discursos en contra de la desigualdad natural de los individuos y de los resultados obtenidos por cada uno.

domingo, 18 de octubre de 2020

FALSOS POBRES, «POBRES VIEJECITAS»

Parece ser que la mentalidad de muchos colombianos sigue siendo la misma del siglo XIX cuando el escritor e intelectual José Rafael de Pombo y Rebolledo compuso su reconocido cuento «La pobre viejecita». Durante el siglo XIX se dieron en Colombia importantes hitos históricos que deberían haber influenciado una enorme transformación en la mentalidad de los individuos de nuestra nación: La independencia del imperio español, las guerras civiles, la constitución política, la abolición de la esclavitud, el surgimiento del café como primer producto nacional, las grandes migraciones, las epidemias como la del cólera o la lepra, etc.; sin embargo, en la actualidad siguen existiendo millones de «pobres viejecitas» que a pesar de contar con la capacidad para satisfacer sus necesidades por sí mismos prefieren exigir que los demás, a través del gasto público, subsidien sus comodidades, mientras que quienes de verdad no tienen la capacidad para suplir sus necesidades básicas estarán condenados a que sus generaciones vivan en la pobreza.

En la actualidad, cuando se habla de pobreza, es necesario remitirse al concepto dado por el economista indio Amartya Kumar Sen, quien fue galardonado por la Real Academia de Ciencias de Suecia con el Premio Nobel de Economía en el año 1998 «por haber devuelto una dimensión ética al debate sobre problemas económicos vitales»; el profesor Sen definió la pobreza como «la privación de capacidades básicas y no sólo como una renta baja» y además dijo que «El análisis de la pobreza debe estar enfocado en las posibilidades que tiene un individuo de funcionar, más que en los resultados que obtiene de ese funcionamiento».

Contrario a este concepto, he escuchado y he leído a congresistas colombianos que afirman ser pobres, también he sabido de magistrados y de servidores públicos con sueldos millonarios que se niegan a aceptar la reducción de sus ingresos con el argumento de que eso afectaría su «mínimo vital», mientras que millones de colombianos se encuentran debajo de la línea de pobreza y de la miseria; lo hacen sin sonrojarse publicando al mismo tiempo altilocuentes discursos en contra de la desigualdad.

Con fundamento en esta triste realidad he venido insistiendo (y lo seguiré haciendo) en que la función pública debería enfocarse en la atención prioritaria del segmento poblacional más vulnerable y que el resto de colombianos deberíamos tener las garantías y gozar de las libertades plenas para obtener ingresos a través de la oferta libre de bienes y servicios, sin las restricciones o limitaciones que se desprenden de un desmedido tamaño estatal. El gran lastre que tenemos los colombianos para escalar con mayor facilidad la pirámide de Maslow es el tamaño del estado, como lo he descrito en semanas anteriores.

Asimismo, la mentalidad egoísta e inmoral de quienes instrumentalizan a los pobres para exigir toda clase de subsidios estatales lleva a muchos individuos a culpar solo a los políticos corruptos de que los pobres sigan siendo pobres, pero ellos no están dispuestos a reconocer que su conducta corrupta también los hace responsables de que los más vulnerables no puedan superar su estado de pobreza; ellos prefieren utilizar el discurso del igualitarismo para sembrar odios y resentimientos que no pueden ayudar a los pobres a superar su pobreza, sino que hace que las mayorías sean igualadas en la miseria, ignorando que «Los seres humanos somos fundamentalmente diversos» como lo dijo el profesor Amartya Sen.

El pluralismo es necesario para que todos los individuos de una sociedad puedan satisfacer sus necesidades; así lo demostró Platón en los diálogos de «La República» y siglos más tarde lo hizo Adam Smith en «La Riqueza de las Naciones»: «El hombre, en cambio, está casi permanentemente necesitado de la ayuda de sus semejantes, y le resultará inútil esperarla exclusivamente de su benevolencia. Es más probable que la consiga si puede dirigir en su favor el propio interés de los demás, y mostrarles que el actuar según él demanda redundará en beneficio de ellos. Esto es lo que propone cualquiera que ofrece a otro un trato. Todo trato es: dame esto que deseo y obtendrás esto otro que deseas tú; y de esta manera conseguimos mutuamente la mayor parte de los bienes que necesitamos. No es la benevolencia del carnicero, el cervecero, o el panadero lo que nos procura nuestra cena, sino el cuidado que ponen ellos en su propio beneficio. No nos dirigimos a su humanidad sino a su propio interés, y jamás les hablamos de nuestras necesidades sino de sus ventajas. Sólo un mendigo escoge depender básicamente de la benevolencia de sus conciudadanos. Y ni siquiera un mendigo depende de ella por completo. Es verdad que la caridad de las personas de buena voluntad le suministra todo el fondo con el que subsiste. Pero aunque este principio le provee en última instancia de todas sus necesidades, no lo hace ni puede hacerlo en la medida en que dichas necesidades aparecen. La mayor parte de sus necesidades ocasionales serán satisfechas del mismo modo que las de las demás personas, mediante trato, trueque y compra. Con el dinero que recibe de un hombre compra comida. La ropa vieja que le entrega otro sirve para que la cambie por otra ropa vieja que le sienta mejor, o por albergue, o comida, o dinero con el que puede comprar la comida, la ropa o el cobijo que necesita».

En mi concepto, la mentalidad caudillista colombiana le da un inmerecido protagonismo a los políticos, como si ellos fueran seres omnipotentes que pueden resolver todos los problemas de una sociedad. ¡No existe algo más apartado de la realidad!. Todo individuo está facultado de las potencialidades para satisfacer sus propias necesidades y resolver sus problemas por sí mismo. En concordancia con esta idea, el escritor argentino Jorge Francisco Isidoro Luis Borges dijo que «Desearía un Estado mínimo. He vivido en Suiza cinco años y allí nadie sabe como se llama el presidente. Yo propondría que los políticos no fueran personajes públicos»; no obstante, las «pobres viejecitas» colombianas prefieren que los políticos conserven sus «superpoderes» y que el tamaño del estado se mantenga o siga creciendo, porque si se llegara a reducir los falsos pobres perderían los privilegios que tienen ahora, como las subvenciones en salud, educación, servicios públicos domiciliarios, a las pensiones, acceso a la justicia, a la seguridad, entre otras ayudas que salen del bolsillo de todos los que tributamos. ¡Lo último que les importa a esos hipócritas son los verdaderos pobres que sí necesitan que el estado satisfaga sus necesidades mínimas, mientras les permite superar la pobreza!.

Los verdaderos pobres colombianos quisieran deleitarse en la pobreza de aquellos falsos pobres y unirse, como yo, al deseo de Rafael Pombo cuando exclamó: «Duerma en paz, y Dios permita que logremos disfrutar las pobrezas de esa pobre y morir del mismo mal».

domingo, 4 de octubre de 2020

EL MÉTODO SOCRÁTICO

En el año 1995 el Ministerio de Educación Nacional me otorgó la Distinción Andrés Bello por mis resultados en las Pruebas de Estado del ICFES (hoy denominadas Pruebas Saber 11). En esa ocasión obtuve 73 puntos sobre 80 posibles en conocimientos de matemáticas. Ese resultado fue consecuencia de años de dedicación al estudio de la hermosa «
ciencia de los números» que me facilitó adquirir conocimientos matemáticos de gran utilidad para el desempeño de diferentes actividades a lo largo de lo que ha sido mi vida hasta ahora y para comprender otras disciplinas del conocimiento humano; además de los conocimientos de matemáticas, otra de las disciplinas que me apasiona es «la madre de todas las ciencias», considerada así porque a partir de ella surgieron diferentes ciencias, incluidas las matemáticas.

La filosofía permitió también que se desarrollaran diversos métodos para la producción de conocimiento en las diferentes ciencias. El método científico es uno de ellos; sin embargo, de todos los métodos de pensamiento mi favorito es el método socrático, conocido como mayéutica, que por sus raíces etimológicas se relaciona con la partería o con la «técnica de asistir en los partos»; se cree que Sócrates desarrolló este método porque su madre era partera. La mayéutica consiste en la utilización del diálogo, la dialéctica o demostración lógica para que los interlocutores descubran por sí mismos las ideas o los conceptos que se encuentran escondidos detrás de los datos, la información o los conocimientos que se han obtenido con anterioridad. ¡La mayéutica es útil para la autoformación!

Cuando inicié la lectura y el estudio de la Biblia aprendí el método inductivo que usa preguntas básicas para comprender cualquier texto: ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Por qué? ¡El método QQCCDP! Este método tiene mucha relación con el método socrático, con la diferencia de que la mayéutica se puede aplicar en diferentes ambientes de aprendizaje y no solo en la interpretación de textos. Eso me ha ayudado a poner en práctica que «más vale un cuestionamiento pendejo, que un pendejo que no cuestiona».

El alumno más aventajado de Sócrates fue Platón, quien mediante algunas de sus obras quiso mostrarnos los diálogos que su maestro sostenía con tertulianos de la época. Al leer esos diálogos no sorprende encontrar que muchos de los interlocutores de Sócrates se sentían intimidados, menospreciados, ofendidos, entre otras emociones que les impedían tener la claridad de lo que buscaba el pensador griego al motivarlos a buscar las respuestas por sí mismos. Jesucristo provocaba reacciones similares en sus interlocutores cuando cuestionaba sus pensamientos, emociones, conducta o creencias.

Solo un individuo que pone en práctica la mayéutica puede comprender la importancia del pensamiento socrático en la búsqueda del conocimiento y de la verdad y, por lo tanto, puede entender lo que quiso decir el filósofo con sus famosas palabras «Solo sé que nada sé» o «Conócete a ti mismo», entre otras que hacen parte de su legado, así como también puede sumergirse en las profundidades de las palabras del Maestro de maestros cuando sentenció que «conocerán la verdad, y la verdad los hará libres».