El artista francés Frédéric Auguste Bartholdi dijo «Lucharé por la libertad, lo pediré a los pueblos libres. Trataré de glorificar la República allí, hasta que la reencuentre un día entre nosotros»; este reconocido escultor fue el autor del monumento «Libertad que ilumina el mundo» más conocido como la «Estatua de la Libertad», que fue un obsequio del pueblo francés al pueblo estadounidense para conmemorar el primer centenario de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos de América.
La Constitución Política de los Estados Unidos está vigente desde el 17 de septiembre de 1787, es considerada como la constitución vigente más antigua y ha sido enmendada en veintisiete (27) oportunidades, a diferencia de Colombia que en solo dos (2) siglos ha tenido diez (10) constituciones políticas: Constitución del Socorro (1810), Federación de las Provincias Unidas de la Nueva Granada (1811), Constitución de Cúcuta (1821), Constitución Neogranadina (1832), Constitución Política de la República de la Nueva Granada (1843), Constitución de la Nueva Granada (1853), Constitución Política de la Confederación Granadina (1858), Constitución Política de los Estados Unidos de Colombia (1863), Constitución Política de Colombia de 1886 y Constitución Política de Colombia de 1991.
La Constitución Política de Colombia, promulgada el 4 de julio de 1991, ha sido modificada alrededor de medio centenar de veces en menos de treinta (30) años y como señalé en Mi Opinión Dominical «DEMOCRACIA PARTICIPATIVA» del 27 de diciembre pasado «Mediante la Constitución de 1991 se fortaleció la democracia representativa en detrimento de la democracia participativa», lo cual quiere decir que la mentalidad caudillista de nuestra nación privilegia a quienes ostentan el poder político, mientras limita las libertades individuales y el control que los ciudadanos pueden ejercer sobre quienes hacen parte de los poderes del estado.
Esta debilidad constitucional colombiana permite que un caudillo pueda comprar congresistas a través de prácticas corruptas, como por ejemplo entregarles notarías para que modifiquen un «articulito» que les permita confeccionar la constitución política a la medida de lo que necesita y que en el próximo período constitucional el caudillo de turno de nuevo modifique el texto constitucional según lo que más le convenga, mientras que quienes con el esfuerzo de su trabajo sostienen el exorbitante gasto estatal que ellos se pelean por administrar, les toca mirar con impotencia todo lo que hacen para llegar o para atornillarse al poder, recorriendo el mundo financiados por los tributos del pueblo o por los fajos de billetes entregados por contratistas del estado que de forma oculta guardan en bolsas de basura, mostrándose en el metro de Nueva York, haciendo compras en centros comerciales de Argentina, pidiendo «caridad» al gobierno español o comprando «ferragamos» que luego meten al barro sin problemas porque saben que tienen el poder para reemplazarlos por todos los pares de zapatos que ellos quieran.
En la nación del «Sueño Americano», en cambio, el pensamiento caudillista está limitado no solo en su constitución política sino también en su misma cultura que privilegia la libertad del individuo por encima del poder de sus gobernantes, por eso yo no creo que el totalitarismo tenga alguna oportunidad en Estados Unidos y, a pesar de que fue necesario que se uniera el poder político estadounidense, con el poder de los medios de comunicación, incluidos los poderosos de las redes sociales, para quitarle la presidencia a un individuo antiestablecimiento y devolvérselo a uno de los suyos, cuando el pueblo norteamericano ve en peligro sus libertades actúa en contra de los autores de esas amenazas.
El hoy presidente de Estados Unidos, venció en las elecciones primarias de su partido a la propuesta socialista y aunque es un político que ha vivido de los recursos públicos durante más de cuatro (4) décadas debe someterse al imperio de la libertad proclamado e instituido en la Constitución de los Estados Unidos de América.
Es muy probable que con la finalidad de comprar apoyo internacional (al mejor estilo de quienes compran congresistas al interior de sus países) para seguirse inmiscuyendo en los asuntos internos de otros países y para manejar a su antojo las negociaciones que se hacen por debajo de la mesa a nivel global, el nuevo gobierno federal estadounidense le devuelva a la ineficiente burocracia internacional los recursos económicos que le quitó el anterior gobierno, pero yo no creo que el mundo se vaya a venezolanizar más de lo que lo hizo en el año 2020 gracias a las decisiones gubernamentales influenciadas por la Organización Mundial de la Salud con fundamento en la epidemia causada por el virus chino. La venezolanización del mundo se vio reflejada en la caída de la producción de riqueza (PIB mundial), la multiplicación de la pobreza en contra de la tendencia de reducción que se venía presentando, la limitación de libertades individuales y el abuso de poder por parte de los gobernantes.
Así que a quienes desde el 20 de enero del presente año ya no ven a Estados Unidos como el causante de todos los males del planeta y que mantienen la esperanza de que el mundo termine siendo un paraíso como Cuba, Venezuela o China, en mi modesta opinión les digo que van a tener que esperar a que el pueblo norteamericano deje de valorar su libertad por encima de los intereses caudillistas que seguirán usufructuando los recursos públicos que la democracia les permite administrar en beneficio de unos cuantos. Mientras existan los estados existirá corrupción, ya que como he venido reiterando: El tamaño de la corrupción es directamente proporcional al tamaño de los estados.
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