Considero
que inspirado por la visita a Colombia del máximo jerarca de la religión
católica, un amigo muy experimentado y bastante estructurado, mientras
almorzábamos, me dijo: Orlando, los católicos tienen un líder máximo que es el
que los manda en todos los países del mundo, ¿los cristianos o evangélicos
tienen algún líder que haga lo mismo?.
Esta
es una de las diferencias cruciales entre el cristianismo protestante y el
catolicismo, que hiere muchas susceptibilidades, pero el ambiente era tan ameno
y la conversación fue tan respetuosa que pudimos compartir acerca de este tema
sin que nadie se sintiera ofendido o discriminado por sus creencias. A
continuación quiero compartir con quienes leen mis publicaciones algo de lo que
compartí con este amigo. Espero que sea leído con el mismo respeto y
consideración con el cual lo escribo.
Martín
Lutero y los demás reformadores nunca tuvieron la intención de dividir a la
iglesia, sino que esperaban que esta volviera a los principios bíblicos con los
cuales fue fundada por Jesucristo, los cuales se resumen en lo que se denominó
como las 5 solas de la Reforma (ver <http://integridadysabiduria.org/las-5-solas-de-la-reforma/>):
1)
Sola Scriptura: La Palabra de Dios es la máxima
autoridad en materia de fe y práctica. Por tanto, nada que contradiga la
revelación de Dios puede regular la vida del creyente (Gálatas 1:6-10; 2
Timoteo 3:16; 2 Pedro 1:3).
2)
Solus Christus: La salvación se encuentra solo en
Cristo, excluyendo así todo otro camino para llegar a Dios (Hechos 4:12).
3)
Sola Gratia: La salvación es un don de Dios. Por
tanto, es algo que el pecador recibe de forma inmerecida basada en los méritos
de Cristo alcanzados durante su vida, muerte y resurrección (Efesios 2:8).
4)
Sola Fide: La salvación solo puede ser recibida
cuando ponemos nuestra fe en Aquel que murió por nosotros, excluyendo la
posibilidad de que nuestras obras puedan contribuir (Efesios 2:8-9, Romanos
3:28).
5)
Soli Deo Gloria: El propósito de la salvación que
recibimos es glorificar a Dios; poner de manifiesto las excelencias o virtudes
de su carácter (Efesios 1:4-6; 1 Pedro 2:9).
Como
respuesta a la Reforma Protestante, el máximo jefe del catolicismo, el italiano
Alessandro Farnese, conocido como Paulo III, convocó al Concilio de Trento el
cual se desarrolló entre 1545 y 1563 y entre sus conclusiones estableció que
las fuentes de la fe son las sagradas escrituras y la tradición de la Iglesia y
que solo esta última debe interpretar a las primeras. De hecho, el actual
máximo jerarca de los católicos Jorge Bergoglio (Francisco) el día 12 de Abril
de 2013 en su discurso dirigido a los miembros de la Pontificia Comisión Bíblica
citó al Concilio Vaticano II, que a su vez hizo referencia al Concilio de
Trento, diciendo “Todo lo dicho sobre la
interpretación de la Escritura queda sometido al juicio definitivo de la
Iglesia, que recibió de Dios el encargo y el oficio de conservar e interpretar
la Palabra de Dios” (Tomado de: <https://w2.vatican.va/content/francesco/es/speeches/2013/april/documents/papa-francesco_20130412_commissione-biblica.html>), lo cual va en clara contradicción con la “Sola Scriptura” propuesta por la Reforma.
Con
fundamento en lo anterior, le dije a mi amigo, que los cristianos se remiten a
la Biblia para saber quién es el máximo representante de Cristo en la Tierra:
“Si
ustedes me aman, obedecerán mis mandamientos. Y yo le pediré al Padre que les
mande otro Defensor, el Espíritu de la verdad, para que esté siempre con
ustedes. Los que son del mundo no lo pueden recibir, porque no lo ven ni lo
conocen; pero ustedes lo conocen, porque él permanece con ustedes y estará en
ustedes” (Juan 14:15-17).
“Pero
les digo la verdad: es mejor para ustedes que yo me vaya. Porque si no me voy,
el Defensor no vendrá para estar con ustedes; pero si me voy, yo se lo enviaré.
Cuando él venga, mostrará claramente a la gente del mundo quién es pecador,
quién es inocente, y quién recibe el juicio de Dios” (Juan 16:7-8).
“Cuando
venga el Espíritu de la verdad, él los guiará a toda verdad; porque no hablará
por su propia cuenta, sino que dirá todo lo que oiga, y les hará saber las
cosas que van a suceder. Él mostrará mi gloria, porque recibirá de lo que es
mío y se lo dará a conocer a ustedes. Todo lo que el Padre tiene, es mío
también; por eso dije que el Espíritu recibirá de lo que es mío y se lo dará a
conocer a ustedes” (Juan 16:12-15).
“Jesús
les contestó:
—No
les corresponde a ustedes conocer el día o el momento que el Padre ha fijado
con su propia autoridad; pero cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes,
recibirán poder y saldrán a dar testimonio de mí, en Jerusalén, en toda la
región de Judea y de Samaria, y hasta en las partes más lejanas de la tierra.”
(Hechos 1:7-8)
Hay
muchas más referencias bíblicas que citan a Jesucristo diciendo que su sucesor
es el Espíritu Santo. En
este punto mi amigo citó la Biblia para decirme que el mismo Cristo dijo que
Pedro sería su sucesor:
“Y
yo te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi iglesia; y
ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla. Te daré las llaves del reino
de los cielos; lo que tú ates aquí en la tierra, también quedará atado en el
cielo, y lo que tú desates aquí en la tierra, también quedará desatado en el
cielo” (Mateo 16:18-19).
Mi
respuesta fue muy clara y respetuosa resaltando que esta es una de las grandes
diferencias entre católicos y cristianos protestantes: Lo que se cree que quiso
decir Cristo con relación al papel de Pedro como máximo jerarca de la iglesia.
¿En realidad el Maestro quiso dar a entender que sería en Pedro sobre quien se
construiría la iglesia cristiana? Miremos el contexto de esa declaración hecha
por el Señor Jesús:
“Cuando
Jesús llegó a la región de Cesarea de Filipo, preguntó a sus discípulos:
—¿Quién
dice la gente que es el Hijo del hombre?
Ellos
contestaron:
—Algunos
dicen que Juan el Bautista; otros dicen que Elías, y otros dicen que Jeremías o
algún otro profeta.
—Y
ustedes, ¿quién dicen que soy? —les preguntó.
Simón
Pedro le respondió:
—Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios
viviente.
Entonces
Jesús le dijo:
—Dichoso
tú, Simón, hijo de Jonás, porque esto no lo conociste por medios humanos, sino
porque te lo reveló mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo que tú eres
Pedro, y sobre esta piedra voy a construir mi iglesia; y ni siquiera el poder
de la muerte podrá vencerla. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que
tú ates aquí en la tierra, también quedará atado en el cielo, y lo que tú
desates aquí en la tierra, también quedará desatado en el cielo.
Luego
Jesús ordenó a sus discípulos que no
dijeran a nadie que él era el Mesías” (Mateo 16:13-20).
¿Se
estaría refiriendo Jesús a la declaración de Pedro que, siendo judío, reconoció
a Jesús como el Mesías a diferencia de muchos otros judíos que lo rechazaron y
que hasta el día de hoy siguen esperando al Mesías? ¿Qué sentido tiene fundar
la iglesia cristiana sobre un hombre pusilánime que frente a la intimidación de
sus contradictores negaría al Maestro en tres ocasiones y no en el mismo
Mesías?. Veamos qué dijo el propio Pedro con relación a que él es la piedra
sobre la cual se construiría la Iglesia:
“Acérquense,
pues, al Señor, la piedra viva que los hombres desecharon, pero que para Dios
es una piedra escogida y de mucho valor. De esta manera, Dios hará de ustedes,
como de piedras vivas, un templo espiritual, un sacerdocio santo, que por medio
de Jesucristo ofrezca sacrificios espirituales, agradables a Dios. Por eso
también dice la Escritura: “Yo pongo en Sión una piedra que es la piedra
principal, escogida y muy valiosa; el que confíe en ella no quedará defraudado.”
Para
ustedes, que creen, esa piedra es de mucho valor; pero para los que no creen se
cumple lo que dice la Escritura: “La piedra que los constructores despreciaron,
se ha convertido en la piedra principal.”
Y
también esto otro: “Una roca, una piedra con la cual tropezarán.” Pues ellos
tropiezan al no hacer caso del mensaje: ése es su merecido.” (1 Pedro 2:4-8).
Terminando
el almuerzo le pregunté a mi amigo: ¿Cómo cree usted que hace un pastor
campesino, muy criticado porque no tiene títulos, para predicar en el sur de
Córdoba en territorios donde usted y yo sabemos que no llega nadie más, o en
Africa, o los misioneros en Asia (donde son perseguidos hasta darles muerte) para
enseñar los principios cristianos de tal forma que exista unidad en el mensaje
sin que tengan a un máximo jerarca que les señale qué es lo que pueden y que no
pueden enseñar?. A esto mi amigo levantó el dedo índice de su mano derecha
señalando al cielo. Ahí terminó nuestra conversación con el compromiso de retomarla en otra ocasión.
Efectivamente,
lo que hace que hombres pusilánimes y poco preparados como Pedro tomen las llaves
del reino de los cielos y se atrevan a abrirles la puerta de la salvación
eterna a los no creyentes a través de la predicación es el Vicario de Cristo:
El Espíritu Santo, el cual vino sobre los creyentes que lo esperaban en el
aposento alto en Jerusalén, en medio de la Fiesta Judía de Pentecostés.
Para
concluir, queda claro que para la religión católica el vicario de Cristo en la
Tierra es el Papa, mientras que para los cristianos protestantes lo es el
Espíritu Santo y así lo dijo Charles Spurgeon, conocido como el “príncipe de
los predicadores” en el Siglo XIX, en uno de sus sermones titulado “El
Consolador”: ““Les enviaré otro maestro”. Jesucristo fue el maestro oficial de
Sus santos mientras estuvo en la tierra. A nadie llamaron Rabí excepto a
Cristo. No se sentaron a los pies de ningún hombre para aprender sus doctrinas,
sino que las recibieron directas de labios de Aquel de quien se dijo: “¡Jamás
hombre alguno ha hablado como este hombre!” “Y ahora”, -dice Él- “cuando me
vaya, ¿dónde podrán encontrar al gran maestro infalible? ¿Les habré de
constituir a un Papa en Roma, a quien acudirán, y quien será su oráculo
infalible? ¿Les daré los concilios de la iglesia que tendrán por fin decidir
todos los puntos intrincados?” Cristo no dijo tal cosa. “Yo soy el Paráclito o
el Maestro infalible, y cuando me vaya, les enviaré otro maestro y Él será la
persona que ha de explicarles la Escritura; Él será el oráculo de Dios con
autoridad que pondrá en claro todas las cosas oscuras, develará los misterios,
desenredará todos los nudos de la Revelación y les hará entender aquello no
podrían descubrir, a no ser por Su influencia.” (Tomado de: <http://www.spurgeon.com.mx/sermon5.html>).
Fue
la influencia del Espíritu Santo la que fortaleció a Martín Lutero cuando el poder
papal y el poder del emperador le exigieron retractarse de sus enseñanzas: “Si
no se me convence mediante testimonios de la Escritura y claros argumentos de
la razón - porque no le creo ni al papa ni a los concilios ya que está
demostrado que a menudo han errado, contradiciéndose a si mismos -, por los
textos de la Sagrada Escritura que he citado, estoy sometido a mi conciencia y
ligado a la palabra de Dios. Por eso no puedo ni quiero retractarme de nada,
porque hacer algo en contra de la conciencia no es seguro ni saludable. ¡Dios
me ayude, amén!” (Tomado de: <http://www.luther.de/es/legenden/ws.html>).
muy buen argumento...quisiera participar también en estas conversaciones
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